¿Temblores post coitales, realidad, ficción, te estás flipando?

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525837_391785147510049_645677108_nHola, guapis escleróticos y allegados. Hoy toca tema de sexo, si no se practica, qué mejor que hablar del tema, para recordar tiempos mejores, ¿no? Bueno, pues vamos al lío 😉 (chiste fácil).
Me cuenta una amiga (porque estas cosas siempre le pasan a los amigos, nunca a una misma, aunque esa amiga se parezca soooooorprendentemente a una misma) que ha habido alguna ocasión en que después de mantener relaciones intimas consentidas con otra persona adulta y con el objetivo de una recompensa intensa de endorfinas al cerebro (tengo la sensación de que se me va a quedar corta la entrada, así que cuelo preliminares para evitar la eyaculación precoz del post, y que termine cuando le estáis pillando el gustillo), es decir, echar un polvo con su pareja, pues se dio cuenta de que le temblaban las manos. Hasta ahí, lo de temblar las manos en la EM pues nada nuevo, el tema no era el qué, el tema era el cuánto, es decir, según me contó esta amiga (a la que llamaremos TEMbli) lo de los temblores se le había ido de las manos (¡toma, otro chiste fácil!, otro más y me contrata Buenafuente).
Claro, yo ya estaba intrigada y quería saber el nivel de dificultad de las tareas, ya sabéis, una es de ciencias (de la salud, eso sí), entonces le hice una escala dónde 1 y 2 era batir huevos a lo normal (en su plato y con tenedor), 3 y 4 era llevar un café en su taza a 2 manos, 5 y 6 era lo que conocemos como «pulso pa robar panderetas», 7 y 8 batimos huevos sin cascarlos y, por último, 9 y 10 nos lavamos los dientes y acabamos con pasta de dientes en toooda la parte superior de la cara (de la nariz hasta el pelo).
Tembli se debatía entre batir huevos sin cascarlos y lo de lavarse los dientes, de ahí saqué algunas conclusiones, la primera era que esa escena la quería ver yo (no la del polvo, que si me invitan, me lo pienso, sino la de lavarse los dientes) cosa que no sorprende a nadie, y la segunda constaba de dos partes, a saber: o le habían pegado el polvazo de su vida y no se daba cuenta que le temblaba hasta el DNI, vamos que andaba por su casa como un tlf vibrando encima de una mesa (con lo cual, y parafraseando a la cari, le doy mis dies) o tenía una bajada de azúcar, que la gente se lo toma a coña, pero hay relaciones sexuales que necesitan más preparación que el tour de Francia, Durex debería replantearse incluir entre su gama de geles de placer, los geles reconstituyentes (así, como sugerencia), porque en el caso de la EM ¡sería un filón de negocio!
Vamos a visualizar un poco (no poneros guarretes, pensad que sois algún científico. Eso si, no valen Freud, ni Einstein, ni Stephen Hawking… pillaros a Tesla o alguno así, que los otros eran un peligro con bata de laboratorio): Nos diagnostican EM, entre los inconvenientes están las dificultades sexuales, nos mandan ejercicios de suelo pelvico, nos ponemos ahí como fisioculturistas dopados a darlo todo en el fortalecimiento de la pelvis (para no mearnos encima y eso, que también ayuda bastante) con lo cual, poco a poco ganamos control sobre esa zona. Como tenemos dificultades para mantener relaciones sexuales, pues vamos acumulando ganas, que una cosa no está reñida con la otra (que no pueda ahora no significa que no apetezca siempre) entonces vas ahí haciendo ejercicio y ganas casi en paralelo, cuando el cuerpo está en condiciones óptimas, estás más salido que un chaval de instituto metiendo mano a su primera pareja, así que cuando surge la oportunidad pues te tiras de cabeza al tema (no olviden nunca poner los asientos en posición horizontal y hacer uso de un buen chubasquero: ¡usad protección!)
Toda esta explicación razonada es lo que me lleva a mí a concluir que esos temblores desaforados me llevan a esta fórmula: (a ver qué postura me has cogido) + (desgaste físico) (por eso lo de los geles) x (el tiempo que has estado en el dique seco).
He de decir que, si no fuera porque la fuente es fiable, hubiera pensado que se estaba pegando una flipada de narices, ahí, contándome su superexperiencia temblorosa post coital, y que la dejó que le temblaban hasta los empastes, pero le daremos un tiempo a ver si ese suceso tan extraordinario se vuelve a registrar… Que por el bien de la persona interesada, espero que sí, aunque genere la envidia de propios y extraños.
¡Que deje el escleropabellón bien alto!