Desde hace tiempo y a raíz de la interacción con otras personas con enfermedades crónicas diversas, se ha hecho evidente al menos para mí, que no existe una buena comunicación médico-paciente.

La desinformación en las redes sociales

Es muy probable que uno de los factores que influyen y no poco es la desinformación que se encuentran muchas veces los pacientes a través de redes sociales (principal fuente de información y consuelo para muchos de ellos) y en la que bulos y falsos remedios para una situación que no tiene arreglo a corto plazo corren como la pólvora.

Estas informaciones que calan más de lo esperado o de lo que deberían son una fuerte barrera a la hora de que la relación médico-paciente sea productiva para ambas partes. Ya que, cuando el afectado llega a la consulta y le suelta al facultativo todo aquello que ha leído en los diferentes grupos de dichas plataformas lo único que consigue es que el facultativo de turno saque la conclusión (acertada o no) de que esa persona es “ignorante para su enfermedad”. Con lo que se enfoca en una actitud paternalista hacia el paciente y le deja sin explicar cosas esenciales escudado en el “yo sé más”.

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Ponerse a la defensiva no es la solución

Además, casi como una respuesta automática, ambas partes se ponen a la defensiva, aunque sea por motivos que nada tienen que ver. Por parte del médico porque se pone en entredicho toda su preparación académica y por parte del paciente porque se cuestiona todo un sistema de creencias que, aunque reciente, ha arraigado fuertemente en su forma de interpretar la enfermedad y cómo afrontarla.

Cuando se da esta situación se rompe algo tan imprescindible tanto para uno como para otro, como es la confianza.

No hemos de olvidar que entre otras cosas, la base para que un tratamiento funcione es, en gran parte, la implicación del paciente en dicho tratamiento. Por lo que es recomendable que desde los servicios sanitarios que lo tratan y/o supervisan se proporcione una información general y contrastada de qué esperar y, además, una información más personalizada que vaya en función de lo que el paciente pregunta.

Hay que dejarle claro que no existen preguntas tontas.

Conductas poco beneficiosas de los pacientes en la comunicación con su médico

Si esto no se consigue, la probabilidad de que el paciente se implique en todos los procesos que serán positivos para su calidad de vida y su responsabilidad con respecto a su salud será baja o inexistente. Utilizando al médico y su relación con este como excusa para tener conductas que no le beneficien.

En este posible conflicto no solamente hay que recordar la parte poco asertiva y empática de algunos profesionales sanitarios, también hay que poner en cuestión la conducta que el paciente tiene ante la información que el médico que lo trata le aporta.

Debido a la desinformación que desde fuentes poco fiables llegan al paciente este ya puede acudir a consulta con una actitud condicionada negativamente por lo que, cualquier información aportada por el médico responsable, será juzgada y puesta en cuestión por parte del paciente.

También se da el caso de que el paciente no haya asimilado su diagnóstico y continúe en la fase de duelo.

Si este es el caso, es el médico el que ha de tomar las riendas de la relación hasta que el paciente se reponga y esté en condiciones mentales óptimas para plantear dudas razonables y, a su vez, ser capaz de responsabilizarse de su salud y los tratamientos (farmacológicos o no) necesarios para mejorar su calidad de vida y contener, en la medida de lo posible, el progreso de esta.

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Aspectos a tener en cuenta para mejorar la comunicación médico-paciente:

Para evitar que la comunicación con tu médico sea una dificultad en una relación para la que es un pilar fundamental hay que tener claro una serie de indicaciones:

Por parte del médico:

  • No tener prisa. Aunque los tiempos son ajustados, dedicar toda la atención al paciente y su relato.
  • Practicar la escucha activa, centrarse en la información que se le está aportando.
  • Hacer una valoración objetiva. No desechar por sistema todo lo que el paciente cuenta.
  • Facilitar lugares de información veraz en los cuales se les puedan resolver dudas del día a día ya sean físicos o virtuales (asociaciones de pacientes, blogs de pacientes, personas relevantes sean pacientes o no)
  • Dejar de lado la actitud paternalista en lo referente a pacientes adultas. Tratar a los pacientes como personas suficientemente responsables y autónomas.
  • Tener en cuenta que un paciente informado y con una buena relación con el servicio médico es un paciente más abierto a incorporar rutinas que pueda mejorar su calidad de vida.

 

Por parte del paciente:

  • Estar abierto a recibir información.
  • Reconocer abiertamente cuando se está en un momento en el que el estado de ánimo no es el ideal para la incorporación de nueva información. Esto le será útil al médico para saber cuánta información se ha de dar en cada momento y, lo más importante, cómo dar dicha información.
  • Tener una actitud proactiva. Implicarse en cada paso y ser consciente de los procesos que se van a llevar a cabo.
  • Ser claro y conciso cuando existe una nueva sintomatología, el aportar información poco relevante o vacía puede hacer que la información importante se pierda en el mensaje.