Los trastornos del estado de ánimo como cambios de humor, desánimo o tristeza, irritabilidad o, incluso, depresión son comunes en personas que conviven con una enfermedad crónica, sobre todo si esta tiene como consecuencia una ruptura del estilo de vida que se tenía pre diagnóstico o implica un tratamiento que exige mucho tiempo y dedicación o conlleva una ruptura temporal de las rutinas de la persona. Ya se ha hablado de depresión en esclerosis múltiple en la web, así que te dejo el enlace por si le quieres echar un vistazo.

El no afrontamiento de las circunstancias

Si hablamos en un contexto generalizado, cualquier persona que es diagnosticada de una patología que suponga un cambio más o menos drástico de la rutina de vida o sea interferente en esta, puede estar ante una circunstancia difícil de afrontar. Este no afrontamiento puede conllevar que la persona adopte rutinas en su estilo de vida que aumenten los síntomas o que, debido a este afrontamiento disfuncional, lleve a cabo conductas de riesgo poniendo en riesgo su salud tanto mental como física.

Persona con sus manos juntas en terapia

Depresión y esclerosis múltiple

Aunque lo que recoge este artículo se puede extrapolar a muchas otras patologías y a las personas que conviven con ellas, en este artículo se va a poner como referencia a las personas afectadas de esclerosis múltiple (EM).

La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune, de origen desconocido y que ataca al Sistema Nervioso Central. Esta enfermedad no tiene cura conocida hasta el momento ya que el que sea de origen desconocido complica la identificación de la causa inicial. Además, la población afectada a nivel del Estado Español es de unas 50000 personas, siendo el ritmo de diagnóstico de 1800 casos anuales. También hay que resaltar que la EM es una enfermedad volátil y cambiante. Su característica más destacable es que no existen dos afectados iguales. Por lo que esta característica es un inconveniente en lo referente a la comparación social entre el colectivo de afectados por la EM.

Afectación del estado de ánimo en esclerosis múltiple

A pesar de que la forma en la que se enfrentan este tipo de noticias difiere en función de las habilidades que tiene la persona para la gestión de emociones, en casi todas se produce una afectación del estado de ánimo. Dicha afectación está plagada de preguntas sin respuesta, al menos de momento, como son ¿por qué a mi?, ¿voy a terminar en silla de ruedas?, ¿me moriré pronto?, etc. Aunque este tipo de preguntas se van contestando por sí mismas a medida que transcurre el tiempo, esto no significa que se haya producido una aceptación adecuada del diagnóstico. Por el contrario, lo que se ha producido es un soterramiento de las emociones en el caso de aquellos pacientes para los que la enfermedad se mantiene estable y una victimización en los que la enfermedad no les da tregua.

Atención psicológica contra la depresión en esclerosis múltiple

Teniendo todo esto en cuenta es cuando entra en juego la atención psicológica de las personas diagnosticadas y sus familias, ya que esta enfermedad no afecta únicamente a quien la padece, sino que influye en toda la dinámica familiar y social que rodea a la persona afectada. No hay que olvidar que, una afectación como la EM, pone patas arriba el mundo de la persona que la vive. En consecuencia, también afecta a todas sus relaciones del día a día. Es en estas relaciones donde la persona diagnosticada, por lo general, vuelca toda la frustración que siente por no entender lo que le está pasando. 

Llegados a este punto, es imprescindible la intervención por parte de la psicóloga.

Si bien la psicóloga no tiene la habilidad de curar esta enfermedad, sí puede ser una herramienta determinante para mejorar la calidad de vida del afectado y de su entorno. La forma en que el afectado enfrenta el diagnóstico influye directamente en cómo la familia, pareja o amigos se comportan al respecto. Siendo mejor la respuesta del entorno hacia el afectado cuanto mejor acepta este su nueva condición de vida. En los casos en que los afectados muestran una resistencia férrea a la aceptación, el núcleo afectivo adopta una postura de protección excesiva. Esto conlleva a una victimización del afectado que le dificulta pasar por los periodos de duelo de forma adecuada. Dichos periodos se extienden en el tiempo siendo justificada la duración por la gravedad del diagnóstico.

Somatización y terapia psicológica en pacientes con EM

No son pocos los casos en que, por una adaptación psicológica inadecuada de la situación de incertidumbre, la persona presenta cuadros de somatización.

Dicha somatización se puede presentar en una percepción de avance de la enfermedad, de incapacidad de realizar ciertas tareas, de presentar mayor dependencia de terceras personas, etc. Estas somatizaciones pueden ir desapareciendo de forma progresiva con terapia psicológica. En dicha terapia se trabaja para alcanzar un ajuste óptimo entre la percepción del afectado en relación a su afectación por la EM y la afectación real.

Teniendo en cuenta lo descrito hasta ahora, se puede concluir que no solamente hay que enfocar la mirada en los tratamientos concretos para esta enfermedad sino que, además, esta ha de ir acompañada de un adecuado apoyo psicológico tanto para mejorar la aceptación de las diferentes etapas con las que se enfrentan los afectados. En lo referente a la dinámica familiar, desde la labor de la psicóloga, se puede dotar de herramientas. Tanto de afrontamiento como de un manejo adecuado de las situaciones estresantes a las que se enfrenta el familiar. Y crear así un entorno adecuado para que la calidad de vida sea el primer objetivo a la hora de enfrentar este tipo de diagnósticos.