A la hora de hablar de depresión y esclerosis múltiple hay que ser muy cauteloso, puesto que no todas las alteraciones del estado de ánimo se pueden catalogar como depresión. Para que se cumplan los requisitos básicos para encajar en esa etiqueta la sintomatología ha de darse en la persona un tiempo mayor de 6 meses, y en el caso de que esté recibiendo tratamiento y la depresión se mantenga más de un año, podríamos hablar de depresión mayor, lo cual requiere un abordaje multidisciplinar que incluye la psiquiatría y la psicología.

A partir de ahí, los que estéis leyendo este post os estaréis echando las manos a la cabeza pensando que vosotros tenéis una depresión mayor, que no se va a solucionar nunca y que vuestra vida va a estar ligada eternamente a los antidepresivos. Relajaros, que no es así, y ahora os explico un poco por qué no es así:

La sintomatología depresiva engloba una variedad de características que, a menudo, se pueden encontrar en otros diagnósticos.

Es común en la depresión que se produzcan alteraciones del sueño, trastornos del apetito, falta de disfrute además de fatiga física y mental. (Para más información consultar DSM- VR).

Síntoma de esclerosis múltiple y depresión

Síntomas de esclerosis múltiple vs. síntomas de la depresión.

Por lo que, como veréis, algunos de los síntomas que se encuentran en la etiqueta “depresión” también se suelen dar en esclerosis múltiple.  Suelen formar parte de los síntomas invisibles y que condicionan el estado de ánimo y a la predisposición a la hora de afrontar lo imprevisible de la EM. Es por ello que, la “depresión” es uno de los síntomas invisibles de la esclerosis múltiple. En referencia a este síntoma invisible, es importante remarcar que más que una depresión, lo que las personas con diagnósticos de este tipo afrontamos es una combinación de duelo por la noticia recibida; ansiedad por el desconocimiento del significado real del diagnóstico; estrés por la respuesta del entorno; y desanimo por la sensación de pérdida de control acerca de lo que nos depara el futuro.

Se pueden contar con los dedos de una mano las veces que se deriva al paciente con esclerosis múltiple al departamento de salud mental, ya que la prioridad del profesional sanitario es controlar los ataques del sistema inmune, por lo que el paciente está recibiendo un tratamiento a medias. Es imprescindible que las personas que reciben este tipo de diagnóstico acudan a un profesional cualificado que les pueda ayudar a afrontar los diferentes procesos de transición a los que se han de enfrentar no solo derivados de la sintomatología de la enfermedad, sino también de las repercusiones que esta puede tener a nivel social, laboral, emocional, familiar…

Adaptarse a los cambios

Es importante tener en cuenta que, una buena adaptación a los diferentes cambios por los que pasa la persona con esclerosis múltiple viene seguida de una mejor adherencia al tratamiento; mayor predisposición a implicarse en la parte no farmacológica del tratamiento; y una mejora de la calidad de vida y la autonomía.

El eterno duelo; estrés y ansiedad

Ahora hablemos de la persona que vive a diario con este diagnóstico o alguno similar. Debido al carácter voluble de la EM los afectados nos vemos atrapados por una sensación de eterno duelo, siempre cambiando y siempre adaptándonos a dichos cambios. Eso hace que el estado de ánimo decaiga, así como las ganas de relacionarnos con amigos y familiares, dificultando el día a día en lo referente a lo laboral llegando a afectar, sobre todo al principio, a las relaciones de pareja. El paciente de EM se siente incomprendido, frustrado y cansado con la permanente sensación de que, en cualquier momento caerá y con la eterna duda de si se podrá recuperar de dicha caída.

Son estas sensaciones, pensamientos y emociones las que se han de tratar de manera temprana por parte del psicólogo, ya que si se empieza a trabajar con la persona de forma precoz es más fácil que esta adquiera herramientas para autogestionar los imprevistos y, a su vez, dar la dimensión adecuada a las consecuencias de dichos imprevistos.

 

Estrés y ansiedad en esclerosis múltiple

Cosas que suelen decirnos y que aumentan el estrés y ansiedad.

 

Las personas, en general, y las que conviven con una enfermedad crónica, en particular, tenemos la permanente sensación de que “no existen palabras para explicar cómo nos sentimos” y por ello, de forma involuntaria en la mayoría de casos, entramos en un bucle de victimismo que no sabemos cómo parar. Este bucle, en la mayoría de las ocasiones, para lo único que sirve es para seguir alimentando la sensación de que nuestra vida “se ha terminado” cuando no es así, simplemente ha cambiado y debemos aprender a gestionar nuestro tiempo y nuestras fuerzas de forma diferente. En realidad hemos sufrido una “mutación” que nos lleva a otra forma de gestionar el mundo que nos rodea y nuestra implicación en el.

Cómo afrontar la depresión en esclerosis múltiple

Desconocimiento de la enfermedad

Lo primero que debemos de “entender” es que, al igual que casi ninguno de nosotros había oído hablar de la esclerosis múltiple antes de nuestro diagnóstico, el resto del mundo tampoco. Esto quiere decir que, en vez de estar siempre a la defensiva, lo cual solo sirve para aumentar nuestros niveles de ansiedad, nos aleja de las personas y limita las interacciones sociales, lo que potencia la sensación de soledad y abandono a la vez que nos convierte en víctimas en lugar de en paciente.

Esta postura ante el desconocimiento de los demás es común al inicio del diagnóstico, que es una época bastante oscura por el desconocimiento de la enfermedad y el malestar físico debido a las secuelas sufridas, pero no se puede prolongar demasiado en el tiempo. Si esto sucede es indicador de que no se ha superado la fase del duelo asociada al diagnóstico y que no debe de prolongarse más de un año.

No hay dos pacientes iguales

Lo segundo a tener en cuenta y que debemos integrar en nuestra forma de afrontar la enfermedad es que no hay dos pacientes que compartan la misma sintomatología al 100 %. Comprender esto hace que nos comprendamos a nosotros y afrontemos nuestros síntomas de una forma más positiva. Tener un referente (o varios), querer saber qué hacen otras personas con tu mismo diagnóstico, buscar a personas con las que hablar sin tapujos está bien pero siempre hay que tener en cuenta que caminas por la misma senda pero no sobre sus huellas.

Busca un propósito de vida

Tercero, es imprescindible tener un objetivo en la vida. La continua auto-observación, la resignación, la rendición ante el diagnóstico es combustible para que la sintomatología depresiva se arraigue y condicione la forma de vida. Hay que tener un propósito de vida, no quiere decir que haya que marcarse una gran gesta, simplemente hay que marcarse metas alcanzables. Metas que nos motiven para levantarnos por las mañanas, ya sea retomar viejas aficiones (leer, dibujar, etc.) o hacer aquello que siempre te apeteció.

Nadie tiene la culpa

En cuarto lugar, no existen culpables. Es común (y casi inevitable) que al recibir un diagnóstico de este tipo pensemos en ¿por qué a mí? O ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Son preguntas sin respuesta, por lo que no vamos a obtener el feedback que pretendemos. Cuanto antes comprendamos que no existe nada que hubiéramos podido hacer diferente para evitar este diagnóstico, antes dejaremos atrás el periodo de duelo y antes podremos retomar las riendas de nuestra nueva vida.

Esto es solamente un ejemplo, y como tal hay que entenderlo, no son los cuatro mantras de las personas con EM, pero sí son las situaciones en las que casi todos nos encontramos. Por ello quiero recordar algo que expuse al principio de este artículo y es que la depresión es uno de esos síntomas invisibles que hay que trabajar. Al igual que se trabaja para mejorar la fatiga, la memoria, etc., hay que trabajar para gestionar la sintomatología depresiva. Porque una cosa que tiene la depresión es que si no se trata a tiempo, si no se trabaja de forma adecuada, sus efectos pueden ser devastadores en la calidad de vida de cualquier persona y con EM aún más.

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